Se me
va la noche a sorbos,
mientras el ocre placentero vive.
El fuego en mi garganta
alberga un instante y todos los instantes
y la música sigue: un oleaje suave de Cerati.
El magnetismo de tus alas,
hace temblar la tierra toda
en el tímido rugir de un tigre manso.
Mis manos beben tu atención a tientas,
al mirarte surges: explosión lunar en tu regazo.
La música agoniza y pierde,
se agota como vino a media luz enardecido,
yo me quedo en la agonía entrañable de sangrarte, en la pálida y ligera sombra
del amante.
Slowhand
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