Rugía el viento entre el
hedor de sus cuerpos, éramos quince y nuestros intestinos sufrían de desasosiego.
Navegamos por nuestros cerebros, sobrevivimos, flotamos a través de la envidia
y comulgamos entre extremidades. Mi bandera siempre fue un ritual que obedeció
tu Oceanía, es por eso que aun sigo vivo, me alimenté de tu mejor leche: tus
pechos.
viernes, 26 de abril de 2013
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